El sector español de aguas minerales vuelve a exhibir cifras que buscan marcar tendencia, aunque no siempre reflejan el verdadero pulso económico.

Según la última Memoria de Sostenibilidad, la industria presume de utilizar ya un 45% de PET reciclado y de que el 100% de sus envases son reciclables. También destaca una reducción del 32% en el consumo de agua industrial y una caída acumulada de la huella de carbono del 25% en solo cuatro años, impulsada por que el 99% de la energía del sector procede de fuentes renovables.

Pero detrás de estos avances hay una realidad menos visible: para lograr esos indicadores, las empresas han invertido 48 millones de euros en una década, una cifra considerable para un sector cuya rentabilidad no crece al mismo ritmo que su narrativa sostenible.

El impacto territorial es, sin duda, significativo. El ecosistema de las aguas minerales abarca más de 700 municipios, moviliza 18.700 empresas y sostiene 140.400 empleos, con un crecimiento del 10,5% en las zonas rurales más pequeñas. Aun así, la dependencia económica de estas áreas y la presión regulatoria plantean dudas sobre la capacidad real del sector para mantener este nivel de inversión y transformación a largo plazo.

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