Así, España se ha convertido en el único país europeo que ha incorporado este impuesto, no siendo obligatorio para los estados miembros de la Unión Europea. Esto supone añadir sobrecostes a las empresas, en un ya complicado contexto económico, debiendo afrontar todas ellas múltiples desafíos para mantener su sostenibilidad y competitividad, junto con el incremento vertiginoso de los costes de producción y la competencia de terceros países.
Así, España se ha convertido en el único país europeo que ha incorporado este impuesto, no siendo obligatorio para los estados miembros de la Unión Europea. Esto supone añadir sobrecostes a las empresas, en un ya complicado contexto económico, debiendo afrontar todas ellas múltiples desafíos para mantener su sostenibilidad y competitividad, junto con el incremento vertiginoso de los costes de producción y la competencia de terceros países.