El problema no es solo de salud: es un lastre económico, porque una mala alimentación dispara el gasto sanitario y reduce la productividad. Según la ENIDE, el 78% de los ciudadanos ni siquiera sabe identificar el tamaño real de una ración. Persisten carencias de fibra, vitaminas y minerales mientras avanza la falsa idea de que comer sano es caro. En un país mediterráneo, el déficit de vegetales no solo revela una contradicción cultural, sino también un riesgo económico estructural para las familias y el sistema público.
El problema no es solo de salud: es un lastre económico, porque una mala alimentación dispara el gasto sanitario y reduce la productividad. Según la ENIDE, el 78% de los ciudadanos ni siquiera sabe identificar el tamaño real de una ración. Persisten carencias de fibra, vitaminas y minerales mientras avanza la falsa idea de que comer sano es caro. En un país mediterráneo, el déficit de vegetales no solo revela una contradicción cultural, sino también un riesgo económico estructural para las familias y el sistema público.