Estamos hablando del 14,3 % del total de agroexportaciones españolas, incluyendo productos clave como el aceite de oliva, el vino y las hortalizas en conserva. El golpe podría significar una caída del 10 % en las ventas a ese mercado, un impacto difícilmente compensable sin apoyo estatal y europeo.
Mientras, no podemos ignorar la presión interna: los apicultores se han concentrado ante la Comisión Europea, exigiendo más control y trazabilidad frente a una entrada masiva de miel que, según denuncian, no cumple con los estándares de calidad ni compite en igualdad de condiciones. Es una alerta para toda la cadena: sin vigilancia, el mercado se distorsiona y la calidad española pierde terreno.
En cifras alentadoras, el sector mantiene su fortaleza exportadora. En 2024, marcamos un nuevo récord: 76.356 millones de euros en ventas al exterior, un 5,9 % más que el año anterior, sobre todo por volumen, y con un superávit comercial de 18.776 millones, un crecimiento interanual del 19,9 %. Pero tras estos titulares positivos, hay que ser críticos: sin diversificación de mercados, esta bonanza puede venirse abajo si el cliente estadounidense se cierra.
La industria también avanza en producción y solidez interna. Este año, el VAB del sector creció un 3,9 %, hasta 125.160 millones de euros, en contraste con una caída del 2,9 % en la UE. Somos ya la cuarta economía agroalimentaria de la UE en tamaño, aportando el 12,3 % del VAB comunitario, muy por delante en competitividad.
Finalmente, el sector primario registra una subida del 8,3 % en valor añadido, compensando con creces los crecimientos más moderados de la industria transformadora y la comercialización. Además, empleamos ya a 2,51 millones de trabajadores, el 11,5 % del total nacional, otorgando al agroalimentario un peso imposible de ignorar en la economía española.
Estamos hablando del 14,3 % del total de agroexportaciones españolas, incluyendo productos clave como el aceite de oliva, el vino y las hortalizas en conserva. El golpe podría significar una caída del 10 % en las ventas a ese mercado, un impacto difícilmente compensable sin apoyo estatal y europeo.
Mientras, no podemos ignorar la presión interna: los apicultores se han concentrado ante la Comisión Europea, exigiendo más control y trazabilidad frente a una entrada masiva de miel que, según denuncian, no cumple con los estándares de calidad ni compite en igualdad de condiciones. Es una alerta para toda la cadena: sin vigilancia, el mercado se distorsiona y la calidad española pierde terreno.
En cifras alentadoras, el sector mantiene su fortaleza exportadora. En 2024, marcamos un nuevo récord: 76.356 millones de euros en ventas al exterior, un 5,9 % más que el año anterior, sobre todo por volumen, y con un superávit comercial de 18.776 millones, un crecimiento interanual del 19,9 %. Pero tras estos titulares positivos, hay que ser críticos: sin diversificación de mercados, esta bonanza puede venirse abajo si el cliente estadounidense se cierra.
La industria también avanza en producción y solidez interna. Este año, el VAB del sector creció un 3,9 %, hasta 125.160 millones de euros, en contraste con una caída del 2,9 % en la UE. Somos ya la cuarta economía agroalimentaria de la UE en tamaño, aportando el 12,3 % del VAB comunitario, muy por delante en competitividad.
Finalmente, el sector primario registra una subida del 8,3 % en valor añadido, compensando con creces los crecimientos más moderados de la industria transformadora y la comercialización. Además, empleamos ya a 2,51 millones de trabajadores, el 11,5 % del total nacional, otorgando al agroalimentario un peso imposible de ignorar en la economía española.