Hablan de soberanía alimentaria, pero permiten la entrada masiva de productos de terceros países que ni cumplen los mismos estándares ni respetan los mismos costes sociales o medioambientales. Hablan de sostenibilidad, pero imponen legislaciones imposibles que encarecen la producción y expulsan al pequeño productor. Hablan de fijar población en el mundo rural, pero bloquean el acceso a la rentabilidad, al agua, a la energía o a la tecnología. ¿A quién quieren engañar?
Y aquí no hay colores políticos. La derecha se llena la boca de libertad de mercado mientras el campo sufre dumping externo sin red. La izquierda presume de proteger a los trabajadores, pero lleva décadas legislando contra el músculo productivo que da empleo y alimento. Todos usan al sector agroalimentario como escaparate electoral, pero ninguno planta cara a las verdaderas amenazas: los tratados comerciales injustos, la burocracia suicida y la desconexión brutal entre las élites y la tierra.
La distancia entre el discurso y la acción ya es insultante. El sector agroalimentario no necesita más promesas, necesita precios justos, competencia leal, y una política que escuche más a quien produce que a quien especula. Porque lo que hoy se juega no es solo la rentabilidad del campo, es la seguridad alimentaria de todos. Y si siguen tratando al sector como un decorado para la foto, quizá pronto no quede ni campo… ni foto.
"El campo no necesita aplausos, necesita respeto y reformas reales."
Hablan de soberanía alimentaria, pero permiten la entrada masiva de productos de terceros países que ni cumplen los mismos estándares ni respetan los mismos costes sociales o medioambientales. Hablan de sostenibilidad, pero imponen legislaciones imposibles que encarecen la producción y expulsan al pequeño productor. Hablan de fijar población en el mundo rural, pero bloquean el acceso a la rentabilidad, al agua, a la energía o a la tecnología. ¿A quién quieren engañar?
Y aquí no hay colores políticos. La derecha se llena la boca de libertad de mercado mientras el campo sufre dumping externo sin red. La izquierda presume de proteger a los trabajadores, pero lleva décadas legislando contra el músculo productivo que da empleo y alimento. Todos usan al sector agroalimentario como escaparate electoral, pero ninguno planta cara a las verdaderas amenazas: los tratados comerciales injustos, la burocracia suicida y la desconexión brutal entre las élites y la tierra.
La distancia entre el discurso y la acción ya es insultante. El sector agroalimentario no necesita más promesas, necesita precios justos, competencia leal, y una política que escuche más a quien produce que a quien especula. Porque lo que hoy se juega no es solo la rentabilidad del campo, es la seguridad alimentaria de todos. Y si siguen tratando al sector como un decorado para la foto, quizá pronto no quede ni campo… ni foto.
"El campo no necesita aplausos, necesita respeto y reformas reales."